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lunes, 31 de marzo de 2014

BUSCANDO PISO EN NYC



BUSCANDO PISO EN NYC

Cuando decidí venir a estudiar a Nueva York, jamás pensé que lo más difícil de todo sería buscar piso. Aunque había oído que la vivienda era carísima, también lo es en Madrid, así que creí que no me asustaría. Pregunté a todos mis amigos que viven o han vivido en NYC y todos me decían lo mismo: “Busca en una Web que se llama Airbnb, donde alquilan pisos y habitaciones por todo el mundo, entre particulares”. Y lo hice. Me gustó mucho el funcionamiento de la Web, porque te garantizan que todo es legal, pues el cobro se hace mediante la tarjeta de crédito y te retienen el dinero pero no le pagan al propietario hasta que no llegas a la vivienda y das el visto bueno. Pero esta página está más enfocada para las estancias cortas, –yo tenía en mente venirme los meses de marzo abril y mayo–, y para temporadas largas sale un poco caro. Otra web que me recomendaron se llama Craigslist, pero esta tenía el inconveniente de que nadie se hace responsable de los pagos y por consiguiente pudiera ser que la casa no existiera o que cuando llegaras nadie te estuviera esperando. Conocido es de todos el timo de la vivienda en Nueva York: anuncian auténticos chollos en el centro de la ciudad, te piden un depósito que puede variar entre $400, o un mes por adelantado, y cuando llegas no existe ni siquiera el número de la calle. ¿Pero cómo saber qué anuncio es autentico y cual es un timo?
En cualquier caso cuando vi que una simple habitación en un piso compartido entre varias personas y con un solo baño en el pasillo, te podía costar alrededor de 1000€, empecé a dudar que pudiera cumplir mi sueño de vivir tres meses en NYC estudiando interpretación en inglés.
No dándolo todo por perdido, pregunté a mis amigos músicos que viajan continuamente a la gran Manzana, para saber cómo lo hacían ellos. Y me dijeron la palabra clave: SUBLET (Subarrendamiento). Resulta que una persona alquilada, se tiene que ir unos meses, semanas o incluso días, de viaje y realquila su apartamento, habitación, etc –para no perder el arrendamiento–, por la misma cantidad que le cuesta a él/ella, y así no tiene que dejar el piso.
Reconozco que era la primera vez que oía esta definición, pero la verdad es que para el que viaja unos días a Nueva York, es una manera de poder alquilar a un precio razonable. Así que desde cuatro meses antes de venirme, empecé a correr la voz entre mis amigos por si alguno de los que vive en NYC sabía de algún sublet. Yo ya estaba completamente dispuesta a compartir piso con cuatro personas si era preciso –me acordé de la serie Friends y no me pareció tan malo–. Y surtió efecto porque un amigo contrabajista me dijo que una pintora vecina suya, se iba dos meses a Madagascar que me pusiera en contacto con ella. Así lo hice y cuando me contestó el mail diciéndome que ella lo que tenía era un estudio con baño y cocina y que me lo alquilaba por $870 al mes, por poco me da un pasmo. Le dije que si, automáticamente, aunque me comentó que aún no sabía si sería para dos o tres meses. En cualquier caso cerré el trato y seguí preguntando y buscando para el resto de la temporada. Cuando el mes anterior a venirme, la pintora me dijo que el piso sólo estaría libre en abril y mayo, pensé que aunque tuviera que hacer mudanza, merecía la pena alquilarle el estudio a la pintora esos dos meses y para marzo, ya encontraría algo. Seguí preguntando y el mismo contrabajista me dijo que un amigo pianista tenía otro estudio al lado de la pintora en Prospect Park (Brooklyn). Me puse en contacto con él y empecé a negociar el precio, porque me pedía $1.200 al mes, aunque en marzo lo tenía apalabrado la primera semana, pero que el resto del tiempo estaba libre. Conseguí que me dejara en $800 esos veinticinco días de marzo y le dije que los otros dos meses ya los tenía comprometidos con otro persona. Me aceptó la negociación y cerré el trato. Ahora sólo me quedaba buscar algo para la primera semana de marzo. Me hablaron de un par de páginas de Face book para estos casos: NYC Actor Sublet connection para actores, Secret NYC, y Españoles en Nueva York. Puse varios anuncios allí y me entraron algunos que me pedían un depósito por adelantado y otros que me decían que para esa fecha no tenían disponibilidad. Estas páginas suelen ser para largas temporadas.
Un amigo saxofonista que vive en NYC con su mujer actriz, me dijo que podía quedarme en su casa sin problemas, pero eso si, en el sofá cama que tienen en el salón. Acepté encantada, pensé que ya tenía el problema de la vivienda solucionado y me vine a New York. Cuando llegué mi amigo me estaba esperando y al cabo de la semana me hice la mudanza en el metro con la ayuda de otra amiga. 

Cuando llegué al apartamento del pianista, me pareció un sueño, con su piano vertical y todo. De hecho llegué a hacer alguna fiestecita con amigos músicos que aprovecharon para ensayar en el apartamento. 
Fui a ver a la pintora y se me cayó el alma a los pies cuando vi su estudio. Estaba todo lleno de lienzos y óleos con el suelo garabateado y un fuerte olor a pintura, la cama en medio del “salón” y en la cocina –que se caía de vieja, como todo el apartamento–, todos los armarios estaban llenos de latas de comida para gato, al que por cierto había que cuidar mientras ella estuviera fuera. La pintora empezó a decirme que tenía que pagar aparte las utilidades –que es lo que llaman aquí, al agua, luz, wifi…– y además darle un depósito de $400 que me devolvería cuando regresara de su viaje y viera que el piso seguía intacto –aunque era imposible estropearlo más de lo que ya estaba–. Negocié con ella nuevamente $900 al mes y sin depósito a cambio de cuidarle al gato, y a regañadientes aceptó pero quería los dos meses por adelantado para darme las llaves. No me gustaba nada el estudio pero como me había comprometido y yo soy muy disciplinada, decidí tirar para adelante y hacerle la transferencia. Cuando volví a mi casa del piano, me dio rabia ser tan cumplidora pues podría haber negociado este apartamento los tres meses. ¡Pero en fin!, a lo hecho pecho. Di la orden de la transferencia, le envié el resguardo por mail y me olvidé del tema. Cuando recibió el dinero, me dijo que le faltaban $30 y que eso no era lo pactado. Yo no sabía lo que había pasado pero le dije que si era una comisión que le hubiera cobrado su banco –yo había pagado otro tanto–, que no se preocupara, quedaríamos para que me diera las llaves y yo le daría los $30 –de perdidos al rio–. Pero a los dos días me manda un mail súper enfadada, diciendo que ya no me alquilaba el piso porque yo no sabía cuidar a su gato y porque le había mandado menos dinero de lo pactado y además no quería darle un depósito. Yo pensé que esta tía estaba loca, pero aún así la llamé por teléfono y nunca me lo cogió, tan solo se comunicaba conmigo por mensajes de texto. Como no hubo manera de hacerle cambiar de opinión, le pedí que me devolviera el dinero y empecé a sufrir pensando en lo que debería hacer si no me lo devolvía y se marchaba a Madagascar con mi pasta. Tuve otra trifulca con la pintora porque solo me quería devolver los $1.770 que según ella había recibido. Al final conseguí que me lo devolviera todo, pero los gastos de los bancos, el cambio de divisa, más las comisiones perdí casi 100€ en la transacción absurda, pero al menos tengo mi pasta en el banco y me quedé más tranquila. 
Ahora el problema se plantea en buscar nuevamente piso, habitación o lo que sea en diez días que es lo que me quedaba hasta el primero de abril. Me recorrí absolutamente todos los barrios de Nueva York, me conozco el metro como la palma de mi mano, estuve en Washington Heights que es la zona donde viven los latinos de todas las partes de Sudamérica. Y como nadie les quiere alquilar, sus propios compatriotas más avispados son los que hacen el negocio con ellos. Alquilando un piso grande con varias habitaciones, a las que le ponen cerradura, y subarriendan cada una por $900, con la cocina y baño a compartir entre cinco habitaciones. Viven hacinados al igual que en España, solo que en esta ocasión era yo la que tenía la necesidad de vivir en esas condiciones. Vi otro piso de esa guisa en el Brooklyn más profundo donde la única blanca era yo, pero ahí al menos las habitaciones costaban $600
En Washington Heights un cubano llamado Rodrigo, se lo había montado algo mejor y alquilaba habitaciones más grandes con cama de matrimonio y TV. Las alquilaba por semanas incluso por días, así que si no te gustaba podías irte sin problemas. Pensé que esa habitación estaría bien si vienes unos días a Nueva York y no tienes para un hotel. Aquí costaba $225 a la semana. Pero tanto en esta como en las otras, tú tenías que llevar la ropa de cama y las toallas.
Llegué incluso a encontrar a una señora que alquilaba la habitación de su nieto por $450 con cama junior y escritorio desvencijado.
Después de ver casi de todo y pasarlas canutas en el metro recorriendo la ciudad –porque cada día arreglan un tren u otro y te ponen un free shuttle (autobuses) que cubren la línea, teniendo que estar subiendo y bajando metro arriba metro abajo–, al final encontré una habitación que estaba muy bien en Crown Heights (Brooklyn). La dueña de la casa –negra y bastante gorda, como la gente de por aquí– alquilaba el salón de su casa, al que había acondicionado con una cama, un sofá, una mini nevera, y tenía bastante luz. 

Este ya costaba $1.000, más $65 de la cerradura –que la señora cambiaba cada vez que venía un inquilino nuevo–, y $25 de limpieza. Aún así era lo mejor que había visto y decidí quedarme allí compartiendo baño y cocina, con la señora y su gato –alucinante el tema de las mascotas en NYC–. Cuando le iba a hacer nuevamente la transferencia, me dice que lo quiere en metálico y por adelantado, al menos el primer mes, porque se va de viaje un día antes de que yo llegara y que necesita la pasta. ¿Pero cómo le iba a dar $1000 por adelantado sin tener ni las llaves y sabiendo que cuando yo llegue, ella no estaría esperándome? Tras el episodio anterior con la pintora, no me arriesgué y le dije que no. Así que seguí buscando. Vi prácticamente de todo y nada me convencía, pero se me agotaba el tiempo. Visité un loft en Williamsburg –La zona más cool de Brooklyn y ahora de moda– que compartían cinco artistas (cantantes, actores, bailarines…), en un edificio muy chulo, –una nave reciclada y convertida en apartamentos donde vive gente de la farándula–, pero era lo de siempre, habitaciones muy pequeñas con un baño para cinco. Ya desesperada me fui a ver un piso súper bonito, también en Williamsburg, que la dueña vivía sola –una fotógrafa y maquilladora muy fashion–, a la que no le llegaba para pagar la renta y había decidido alquilar una especie de habitación que formaba parte de un todo –pues el piso estaba completamente abierto, sin puertas, con una cocina muy grande y un salón muy bonito– donde la privacidad no existía y vivían con ella dos enormes perros –si bien eran muy mayores y casi no se movían–. No tenía cama, en el pseudo espacio de la habitación pensaba meter un sofá cama muy chulo, pero con una especie de colchoneta que yo no sé si para dos meses era demasiado. Aún así apunto estuve de cogerlo, pero también quería los dos meses por adelantado, $1.000 al mes y pedir referencias mías a la escuela. Estuve dudando un montón de tiempo.

De pronto vi un anuncio en Craigslist de un apartamento por $900 en Times Square, enfrente de mi escuela. Pensé que sería un timo, así que me fui a verlo. Se trataba de un director de cine italiano que estaba haciendo un documental y se le había alargado el rodaje. Como no tenía dinero para una estancia más larga, decidió alquilar la parte de debajo de donde tenía su cama, que estaba en un altillo. Y en ese “bajillo” había una cama y un escritorio donde apenas te podías poner de pie. El apartamento era perfecto para una persona sola, pero para dos, imposible. Pues aún así me lo pensé porque estaba enfrente de la escuela y me ahorraría al menos en transporte. Cuando ya estaba desesperada y tres días antes de irme de mi apartamento con piano, apareció en la escuela una antigua alumna y como yo estaba comentando que buscaba habitación, ella me dice que está viviendo en otro sublet, pero en un apartamento para ella sola que le ha subarrendado un pintor, pero que ella se marcha de gira la semana siguiente y tiene que seguir pagándolo hasta junio, así que le vendría bien que yo me lo quedara y pagara la renta que eran $1.075. Fui a verlo y aunque ese día la línea de metro estaba estropeada y tuve que coger un shuttle hasta su casa mientras llovía a mares, conseguí llegar. Llamé al portal y era un quinto sin ascensor. Cuando llegué arriba exhausta, vi un apartamento monísimo y me encantó, pero la compañera me dice que la primera semana tendríamos que compartir y no había sofá en el salón. Ella me dijo que comprara un colchón hinchable y durmiera allí la primera semana y que luego ella me lo compraría. A punto estuve de hacerlo, pero al final una amiga me pasó el contacto de una compañera suya estadounidense que vive en la parte oeste de la 111th St, en una casa de lujo de dos plantas. En las que tiene su habitación y baño en la planta de arriba, y en la planta de abajo: la cocina, el salón, otra habitación y otro baño. A mi me alquilaría la habitación de abajo con baño privado. Cuando lo vi me quedé muerta, era todo un lujazo, y en un barrio casi pijo, el final del Upper West Side. Le dije que si, inmediatamente. Cuando le pregunté el precio, me dijo que lo que yo pudiera pagar, le contesté que yo había alquilado a la pintora por $900 al mes y le pareció perfecto, le dije si le podía hacer la transferencia, a pesar que el dinero no le llegaría hasta la semana que viene, y no me puso pegas. Todo le pareció estupendo y me dio las llaves, así que ahora mismo ya tengo casa para dos meses (espero).


En toda esta aventura he conocido mucha gente y la ciudad, que es otra manera de hacer turismo.

lunes, 17 de marzo de 2014

USA LA CANALLA




Tras un viaje de casi 12 horas, entre vuelo, esperas, inmigración y demás controles, se plantaron en Nueva York la semana pasada el grupo musical andaluz con alma gaditana La Canalla. A su llegada les esperaba una recepción de bienvenida por parte de otros compatriotas, con vino español, cheetos picantes y demás snacks de Brooklyn. Accidentado encuentro pues entre risas y sueños, se iban durmiendo y despertando los miembros de este grupo, completamente agotados, fruto del viaje y otros bolos anteriores que les supuso no haber dormido prácticamente nada durante alrededor de cuarenta y ocho horas.

La Canalla ya es una banda consolidada en los circuitos de música en vivo de Madrid, Barcelona y por supuesto de su Andalucía natal. Ahora y tras varios años con esta formación, cruzan el charco para enamorar –con su especial manera de interpretar canciones– al público Neoyorkino que cada vez es más latino –aunque para entender las letras de esta banda hay que saber algo más que castellano, hay que saber andaluz–.
Tras el bolo del pasado domingo en el Drom –mítica sala de conciertos en el lower de Manhattan– se disponen a hacer una gira por los EE UU de América para presentar su último trabajo discográfico “El Bar Nuestro de Cada Día” (La Mar Sonora, abril 2013). Austin y Chicago les esperan. En Austín dentro el SXSW (South by Southwest) una de las ferias más importantes del mundo de la industria musical y por último en el Hard Rock Café de Chicago, dentro del ciclo ‘The Spanish Caravan Music Festival’.

Y es que a La Canalla no les asusta nada. Actuaron con afluencia de público –a pesar de que la contra-programación era el festival flamenco de Nueva York–, y se pusieron el mundo por montera gritando a todos los vientos, que el arte español va más allá de sus fronteras y, que si en su país no se reconoce o no se le da el lugar que merece, habrá una fuga de artistas buscando otros lugares del mundo, donde como en EEUU reconozcan el talento nada más verlo y entiendan que el arte y la cultura son inseparables.

La formación de La Canalla está compuesta por cinco miembros y su road manager –que ya es como uno más de este grupo inseparable que se mueve en bloque–.
El líder de la banda: Antonio Romera que se hace llamar El Chipi. Físicamente es una mezcla entre troglodita y Miguel Strogoff, cantante y letrista del grupo –aunque en varios momentos los demás le acompañen a los coros– con una voz muy particular –dulce en ocasiones y con rabia encendida en otras–, este crooner encandila al público con letras como: “La negra que no entra en el pantalón” o “Los que están arriba que se bajen de una puta vez, que todos los demás estamos abajo, muy abajo”, y con la actitud tan relajada que podrías pensar que está actuando en el mismísimo salón de su casa; llegando incluso a liarse un cigarrillo mientras interpreta alguna de sus canciones.
El resto de la banda: José López el contrabajista, con una alegría continua y una sonrisa que lo llena todo, deleita al público con el sonido de su contabajo acústico y en uno de los momentos baja al público con el resto de la formación, tocando sin amplificar y consiguiendo unos graves de esos que traspasan.
 Otro José –el batería–, en este caso Benitez de apellido. Algecireño de nacimiento y Catalán de adopción pero físicamente Palestino, y eso le costo estar metido en el cuartucho del aeropuerto un buen rato mientras los agentes de seguridad Estadounidenses le acosaban a preguntas y registros. Otro musicazo de conservatorio que a pesar de su juventud parece que hubiera nacido tocando la batería.
El trompeta Julian Sánchez que también toca el Balafón y el acordeón, pero que en esta ocasión decidió deleitarnos sólo a través del viento, embelesando al público con los solos de trompeta y los dúos con el saxo de un amigo –residente en Nueva York–, al que invitó a subir al escenario para encandilarnos con el sonido de los dos instrumentos. Junto con el saxofonista Gianni Gagliardi, consiguieron que el público no parara de aplaudir.

Javier Galiana gran pianista y compositor, algunos de los temas del repertorio son totalmente suyos. Tran pronto toca jazz como folk y todo suena maravilloso, fusionando el folclore, flamenco y jazz, junto con cancionero urbano de copla contemporánea. Sonido característico de La Canalla que sobre una base jazzística introducen tango, bolero, swing o lo que surja. Formó parte de la banda de Manu Chao y ha sido Profesor de la Escuela de Música Moderna y Jazz de la Universidad de Cádiz.
Y por último David –el mánager de La mar sonora producciones– siempre de buen humor, llevando al grupo de aquí para allá y haciéndose cargo del avituallamiento o cualquier otra cosa que los músicos pudieran necesitar. Un aplauso por haber conseguido la gira norteamericana.

Este es el segundo disco de La Canalla –Flores y Malas Hierbas fue su opera prima y desde aquí le auguramos un éxito rotundo.

Las fotos quizá no sean muy buenas pero tienen la solera de haberlas hecho en el momento en plena actuación.  

¿Crees que nadie en profeta en su tierra?